Prácticas tradicionales y emergentes de lectoescritura en jóvenes universitarios

Ariel, Fundación Telefónica, Universidad Autónoma Metropolitana

¿Cómo leen personas de distintas sociedades, edades y formaciones ? y ¿Cómo interactúan entre ellos en la escuela, en el trabajo o en la comunicación cotidiana?. El volumen de autoría colectiva «Hacia una antropología de los lectores», reúne un serie de investigaciones de campo que tratan de responder a estas dos grandes cuestiones.

La investigación dirigida por Rosalía Winocur contenida en el capítulo 7 indaga sobre las prácticas de lectoescritura emergentes y su convivencia complementaria, paradójica, reconocida o negada con las formas tradicionales que desarrollan los jóvenes universitarios en la Ciudad de México.

Los tiempos conectados

En opinión de la autora, la representación y organización del tiempo resulta clave para comprender cómo se ubican las prácticas tradicionales y emergentes de la lectoescritura y las representaciones que organizan el imaginario social sobre la lectura.

A partir de la generalización de los dispositivos digitales en la vida cotidiana de amplios sectores socio-culturales de la Ciudad de México, particularmente el teléfono celular, se puede constatar que los jóvenes leen y escriben permanentemente desde que se levantan hasta que se acuestan. Reciben y responden decenas de mensajes a lo largo del día, y buscan y publican información de todo tipo en diversos exploradores y redes socio digitales. No obstante, las representaciones sobre la lectura y los libros se manifiestan disociadas en el discurso de los estudiantes, aunque la experiencia de navegación las integre de formas convencionales o no convencionales. Las primeras están idealizadas y poco practicadas regular y espontáneamente, salvo que haya una demanda de un maestro o una fuerte socialización en el ambiente familiar.

A pesar de que las prácticas de lectura normalmente se alternan con revisar sus redes sociales y chatear en el celular, las menciones a la lectura se refieren a momentos «separados» de otras actividades online y offline. Coinciden en la preferencia de leer los textos y libros académicos impresos porque pueden hacer anotaciones y subrayados. También coinciden en que el momento de leer es un momento solitario, de reflexión individual y sin interrupciones, o en sus propias palabras estar «en el modo que plantea la lectura»

Una constatación importante que arrojó la investigación sobre la relación entre prácticas de lecturas emergentes y tradicionales, es que mientras mayor apropiación práctica hay de los actos de lectoescritura en la Red, que se evidencia en la posibilidad de leer de manera dispersa y fragmentaria los textos y de producir contenidos a partir del hipertexto, existe un menor reconocimiento social de los mismos al punto de volverse invisible en el discurso de los jóvenes.

El aula como espacio de negociación entre prácticas tradicionales y emergentes de lectoescritura

La mayoría de los estudiantes de comunicación entrevistados reconoció a la universidad como un ámbito de socialización importante en sus gustos e intereses respecto a la lectura. En ese sentido, las actividades escolares (independientemente del soporte donde se ejerzan), la relación con los profesores, la estructura curricular, y el conjunto de intercambios formales e informales que dan en el aula y otros ámbitos de convivencia dentro y fuera del claustro, siguen siendo centrales en la experiencia del aprendizaje y en las modalidades de lectoescritura privilegiadas. Ninguno de los estudiantes señaló que Internet estuviera reemplazando (ni que fuera deseable) de una forma particular o general, a la escuela, al profesor/a o el salón de clases.

Cuando se le preguntó a un grupo de alumnos que cursan el último año de la carrera, qué cualidades debe de tener un buen profesor, y si es necesario que posea las mismas habilidades digitales que los estudiantes, muy pocos mencionaron que fuera «indispensable», aunque sí recomendable, sobre todo por la posibilidad de mayor acercamiento que les brindaba poder comunicarse con ellos a través del correo electrónico o las redes sociales.

No obstante, cada vez es más habitual que los profesores creen un grupo en Google o en Facebook para compartir lecturas y enlaces a páginas y sitios Web, pero de estas iniciativas lo que más valoran los estudiantes es la ventaja de mantener una comunicación constante, y más cercana con el profesor.

Uso pragmático de todas las plataformas, soportes y recursos físicos y digitales

Aunque el desplazamiento desde los libros, las enciclopedias y las bibliotecas hacia los buscadores de Internet y las redes sociales es masivo y generalizado, al momento de resolver las tareas escolares o trabajos de investigación, los estudiantes se enfrentan con diversos problemas para validar la información o elegir entre muchas posibles opciones de contenidos en la Red. De ahí que algunos todavía recurren a la biblioteca cuando no encuentran el texto en Internet, o al profesor para que les recomiende expresamente dónde ubicarlo dentro o fuera de la Red. En cuanto a los textos escolares, a la gran mayoría le parece incómodo y desagradable leer en PDF o formatos digitales y optan por realizar las lecturas largas en fotocopias, impresiones del PDF o libros impresos.

Un ejemplo de como se puede advertir claramente el tipo de negociación que se produce entre diversos soportes, lugares de referencia y recursos institucionales, se puede observar cuando el recurso más usado cuando los jóvenes tienen dudas o dificultades para comprender un texto es tratar de aclarar su significado realizando búsquedas en Internet, pero este recurso resulta muchas veces insuficiente, entonces se recurre al compañero, al libro y en última instancia se le pregunta al profesor.

Comprender a los nuevos lectores

En opinión de la autora el ámbito clave para comprender las nuevas formas de lectoescritura en la vida de los jóvenes universitarios, es el «espacio biográfico». Ámbito clave de producción de significados, recreado por los relatos cotidianos incesantes sobre el sí mismo y los otros, que actúan como alteridades espejadas que superponen, integran, funden, mezclan y traslapan diversas narrativas personales y mediáticas a través de un gran repertorio de recursos que brindan los dispositivos digitales y aplicaciones más populares disponibles.

Estos relatos, desplegados en las pantallas, necesariamente implican leer y escribir de forma constante, sin embargo, los jóvenes no lo reconocen de este modo y siguen reservando la definición de lectura y escritura para las actividades que desarrollan en espacios tradicionales y acotados simbólicamente para ese fin, como la universidad, el trabajo escolar o la lectura de novelas, periódicos o revistas.

La lectura sigue siendo una actividad cargada de rituales tradicionales: leer es tocar, oler y sentir la textura del papel, leer es dejar huellas y marcas personales en los libros. Leer requiere concentración e intimidad. Leer establece complicidad con el autor, la trama y los personajes. Leer raramente es comprar, es conseguir el libro impreso a través de un amigo, un familiar, o en la biblioteca. La única relación explícita entre leer y la Red, radica en conseguir y bajar gratis un PDF de una novela o libro de texto, para leerlo en pantalla o impreso. Por su parte, en los escenarios virtuales, la experiencia subjetiva de la lectoescritura mientras se está conectado se define como chatear, mensajear, enviar, publicar, mirar, ver, postear, recolectar, escuchar, tuitear, o navegar.

El estudio también evidencia que mientras mayor apropiación práctica hay de los actos de lectoescritura en la Red —en el sentido de poder linkear, fragmentar, postear, editar, recomponer, publicar, o compartir un texto—, existe un menor reconocimiento social de los mismos al punto de volverse invisibles en el discurso de los jóvenes. Como ya se señaló, ninguna de estas actividades en la Red se asocia con leer o escribir.

La investigación demuestra claramente que los libros impresos (o las impresiones de los PDF), las fotocopias (como lugar de lectura y escritura) y el uso de los cuadernos y blocks de notas en el salón de clases o en la casa, no han desaparecido del horizonte intelectual de los jóvenes sino que se han resignificado con cierto valor agregado. La diferencia radica en que antes constituían un recurso único, indispensable e indiscutible en la formación académica, y ahora están siendo reubicados —a veces íntegros y otras como fragmentos— en una cadena de operaciones cognoscitivas, lúdicas y afectivas en las redes socio digitales, que ya no los tiene como protagonistas de la síntesis, ni de la totalidad del conocimiento, sino como eslabones reciclados de múltiples formas y en diversos formatos en la producción del conocimiento.