Inclusión social
05 noviembre 2019

Logros y desafíos de los programas para jóvenes extutelados con discapacidad intelectual y problemas de salud mental

La situación macroeconómica actual y la sociedad aceleradamente cambiante en la que vivimos ha afectado a las transiciones a la vida adulta de todos los y las jóvenes de nuestro país.

Hoy en día, estas transiciones de la juventud a la edad adulta son menos lineales, menos predecibles y mucho más complejas (Du Bois-Reymond y López Blasco, 2004; Serracant, 2012). Estas situaciones son aún más evidentes cuando hablamos de los jóvenes que están tutelados por el sistema de protección a la infancia hasta su mayoría de edad, y que al salir empiezan el proceso de emancipación con menos recursos y apoyo que el resto de jóvenes de su edad, y con más sentimientos de soledad e incertidumbre (Stein y Munro, 2008). Tienen que ser autónomos e independizarse antes que los jóvenes que han vivido su infancia con sus familias (Wade y Dixon, 2006), y su transición a la edad adulta es mucho más acelerada (Stein y Wade, 2000).

En algunas comunidades autónomas españolas, existen recursos específicos para jóvenes egresados del sistema de protección. Este artículo presenta los resultados de la evaluación de un proyecto que se desarrolla en Cataluña desde 2018 con el objetivo de dar recursos a los jóvenes egresados del sistema de protección, y específicamente al colectivo de jóvenes con discapacidad intelectual y problemas de salud mental. Tal y como explicamos en el anterior artículo “Inclusión social de jóvenes extutelados con discapacidad intelectual o problemas de salud mental”, los servicios que se incluyen en la evaluación son los pisos asistidos para jóvenes de entre 18 y 21 años en Cataluña, junto con los programas que les acompañan de orientación sociolaboral, apoyo a los itinerarios formativos, terapéuticos y de apoyo emocional. Estos pisos asistidos se encuentran en distintas localidades de la comunidad autónoma y la diferencia con otros pisos asistidos para jóvenes extutelados es que en éstos la intensidad y frecuencia de intervención de los profesionales es más alta, siendo diaria, incluso fines de semana, con un seguimiento y acompañamiento individualizado. Este proyecto de evaluación se realiza desde la Universidad de Girona con el apoyo de Fundación SM.

Se han realizado entrevistas individuales y en grupo a jóvenes egresados que residen en los pisos asistidos, y también a los profesionales que trabajan con ellos y ellas. En Cataluña actualmente existen 5 pisos asistidos distribuidos por el territorio. Los participantes en las entrevistas fueron 14 jóvenes y 16 profesionales. El 64,3% de los jóvenes eran hombres y el 35,7% mujeres, con una media de edad de 19,3 años. Todos ellos vivían en el momento de la entrevista en el piso asistido, menos uno de ellos que fue dado de baja por incumplimiento de la normativa. Por otro lado, la mayoría de profesionales eran mujeres (87,5%) y tenían las funciones de coordinadora, directora, psicólogo y educadoras sociales, siendo éstas la figura mayoritaria.

5 entidades, 14 jóvenes, 16 profesionales.

Las entrevistas individuales y grupales se hicieron durante los meses de enero, febrero y marzo de 2019, y se volverán a realizar en 2020, para así evaluar los posibles cambios y la adaptación de los jóvenes que han estado en el piso durante este tiempo. Además, en mayo se hizo la devolución de resultados a los profesionales, y en noviembre se hará con los jóvenes, para promover que sea una evaluación también formativa, y no solo descriptiva, y que los mismos agentes sociales puedan proponer mejoras y cambios convenientes para el proyecto.

Los resultados preliminares de la primera fase de recogida de datos nos plantearon 9 elementos principales a destacar:

  1. Alta satisfacción de los jóvenes a todos los niveles: en general, los jóvenes participantes en las entrevistas manifiestan una alta satisfacción con el programa a todos los niveles. Afirman que el programa les ha dado una oportunidad que quizás no podrían tener en otros recursos, hablan de su crecimiento personal y la mejora en diferentes ámbitos desde la entrada en el piso, a la mayoría les gusta el piso y los compañeros y compañeras con quienes viven, y casi todos manifiestan estar contentos y sentirse ayudados por sus educadores y educadoras.
  2. Diferentes enfoques según la entidad que lidera el proyecto en el piso asistido: a lo largo del informe se aprecian opiniones distintas de los profesionales de los cinco pisos participantes, cada uno de ellos dirigido por una entidad diferente. A veces, estas opiniones son opuestas debido a la diferencia en el enfoque utilizado por la entidad. Algunas entidades afirman tener una perspectiva más clínica y enfocada a objetivos en el ámbito de la salud de los jóvenes, y otras entidades se presentan con una orientación socioeducativa con objetivos enfocados a normalizar la situación de estos jóvenes. Estas diferencias se encuentran cuando se valoran los objetivos de trabajo con el joven, los posibles procesos de incapacitación y el diagnóstico de los participantes, o del rol de la persona educadora en la consecución del objetivo de tener autonomía.
  3. La preparación desde el recurso de origen y la transición: casi todos los profesionales participantes resaltan la importancia de trabajar y mejorar la coordinación entre el recurso de origen del joven (centro residencial) y los profesionales del piso asistido, sobre todo en el traspaso de la información anterior a la llegada del joven al piso y en asegurar que esta información sea detallada y cuidadosa. Además, los profesionales también proponen que en los recursos de origen se trabajen diversas habilidades durante un tiempo para así asegurar que algunos hábitos de autonomía sean menos difíciles de adquirir, como por ejemplo la higiene personal, la limpieza del espacio, o bien la organización de su tiempo. Esto reduciría algunos problemas que tienen los jóvenes cuando llegan al piso y no saben cocinar, lavar la ropa, organizarse la semana, controlar la medicación, o tener una rutina de higiene personal, entre otros.
  4. Debate sobre la temporalidad y el tipo de apoyo a la salida del piso: entre los y las profesionales y también los y las jóvenes existe un consenso en este tema y afirman que hay una necesidad de cuestionar la finalización del recurso a la edad de 21 años, proponiendo prórrogas si es necesario. Esta es una de las mejoras propuestas y la más importante tanto para jóvenes como para profesionales. Manifiestan que se debe considerar la posibilidad de alargar la estancia de los jóvenes en el piso asistido hasta máximo los 25 años en algunos casos. Se cree que sería importante apostar por una decisión conjunta entre todos los agentes implicados (administración pública, profesionales de la entidad y joven) para decidir cuál es el mejor momento para salir del piso y qué tipo de apoyo social sería importante tener para ayudar en esta transición. Si este apoyo tuviera un reconocimiento institucional, los y las profesionales no tendrían que ejercerlo a nivel personal como se da en la actualidad.
  5. Las normas de convivencia: a pesar de que algunos jóvenes están de acuerdo con algunas normas de convivencia, también muestran desacuerdo en otras como la de no poder invitar a amistades o familiares al piso. Los participantes jóvenes residentes en los pisos afirman que los acuerdos de convivencia que han establecido conjuntamente durante las asambleas siempre son mejores que las normas impuestas por la entidad, y los profesionales también coinciden en que si son acuerdos siempre es más fácil que se sigan.
  6. La integración laboral: conseguir y sobre todo mantener un trabajo es básico para emanciparse a los 21 años. El aburrimiento o la falta de motivación son elementos que a menudo se encuentran en estos jóvenes cuando llevan un tiempo trabajando en el mismo lugar, lo que dificulta que lo mantengan. Es por ello que los profesionales invierten mucho tiempo y recursos personales en este objetivo durante los 3 años que el joven vive en el piso.
  7. La dependencia hacia los educadores: muchos de los y las jóvenes de los pisos asistidos tienen una red social y familiar escasa y poco regular, y a menudo tienden a crear vínculos muy estrechos con los y las educadoras, creando una cierta dependencia en muchas ocasiones. Entre los profesionales hay un debate sobre los beneficios y riesgos de esta dependencia y en todo caso están de acuerdo en ayudarles a crear nuevos vínculos fuera de la entidad.
  8. Inclusión débil en la comunidad: en relación con el punto anterior, algunos de los y las jóvenes mantienen pocas relaciones con amigos y familia y se plantea el reto de cómo trabajar y aumentar su inclusión en la comunidad, especialmente pensando en cuando dejen el piso asistido.
  9. Voluntariedad, asunción y responsabilización de las dificultades: para terminar, no podemos obviar el debate con el que nos encontramos al realizar las entrevistas con profesionales de cinco entidades tan diferentes. La opinión sobre la protección o sobreprotección de estos jóvenes, la posibilidad de iniciar procesos de incapacitación o no, la posible tutela económica o la introducción de los jóvenes dentro de la red asistencial una vez tengan 21 años, son algunos de los temas que generan más debate entre los y las profesionales.

En general, los resultados preliminares de la evaluación del programa son positivos, siendo un recurso que está beneficiando a un conjunto de jóvenes egresados con discapacidad intelectual y/o problemas de salud mental que se siente apoyado en este tipo de programa. Además, se trata de un programa del que tanto los profesionales como los jóvenes que participan están en general satisfechos, a la vez que plantea retos importantes.

Logo del Observatorio de la Juventud en Iberoamérica (OJI)

Carme Montserrat y Gemma Crous

Universitat de Girona

Bibliografía

  • Du Bois-Reymond, M., y López Blasco, A. (2004). Transiciones tipo yo-yo y trajectorias fallidas: hacia las políticas integradas de transición para los jóvenes europeos. Revista de Estudios de Juventud, 65, 11-29.
  • Serracant, P. (2012). Changing youth? Continuities and ruptures in transitions into adulthood among Catalan young people. Journal of Youth Studies, 15(2), 161-176.
  • Stein, M., y Munro, E. R. (Eds.) (2008). Young people’s transitions from care to adulthood: International research and practice. Child welfare outcomes series. London: Jessica Kingsley.
  • Stein, M., y Wade, J. (2000). Helping care leavers: problems and strategic responses. London: Department of Health.
  • Wade, J., y Dixon, J. (2006). Making a home, finding a job: Investigating early housing and employment outcomes for young people leaving care. Child and Family Social Work, 11, 199–208.