Convivencia
16 marzo 2020

Los aprendizajes que nos deja la crisis del COVID-19

Tenemos claro que el COVID-19 es un virus nuevo, las autoridades sanitarias nos advirtieron desde el inicio que no existen hasta el momento tratamientos específicos para hacerle frente. Lo que no teníamos tan claro es que ésta iba a ser una crisis nueva que iba a afectar a nuestros hábitos sociales y culturales, y, a nuestra responsabilidad como ciudadanos.

Cuando el 8 de marzo el gobierno italiano decide cerrar todos los centros de estudios del país, corrieron a través de las redes fotos y videos de estudiantes bebiendo alegremente en las plazas, celebrando la cuarentena, por así decirlo. Las fuertes críticas que recibieron estaban totalmente justificadas, pero no debemos perder de vista que estaban viviendo una situación nueva, además, los mensajes que recibíamos es que se trataba de una enfermedad leve, con una escasa mortalidad y con un riesgo mínimo para la población joven.

En ningún caso este artículo trata de justificar comportamientos como el anterior, de lo que se trata es de analizar y reflexionar sobre como ha ido cambiando nuestra percepción acerca de esta crisis, de como hemos ido aprendiendo como sociedad y de como lo han ido haciendo también los jóvenes.

Hace apenas cuatro meses el coronavirus era algo lejano que estaba afectando a China y el resto de los países de su entorno, es cierto que empezábamos a sentir los primeros efectos en términos económicos, la fábrica del mundo se paralizaba, pero mientras no llegase a Europa era algo que afectaba especialmente a los chinos y para más enjundia, “culpa de ellos”. La empatía no fue en términos generales la primera reacción que experimentamos, más bien, el rechazo hacia la población de origen chino que vivía en España y el resto de occidente.

Chenta Tsai Tseng en Madrid Fashion Week.

Así la primera campaña en redes que vimos fue #NoSoyunVirus o #imnotavirus, en la cual muchos jóvenes activistas españoles de origen chino como Chenta Tsai Tseng (putocrinomaricon) o Quan Zhou (gazpachoagridulce) denunciaban los ataques xenófobos que estaba sufriendo la comunidad asiática en las calles, colegios, centros de trabajo, etc.

Cuando el virus llega a Italia nuestra percepción general cambia, era cuestión de tiempo que llegase a España y que se convirtiese en “nuestro” problema, el COVID-19 dejó de identificarse exclusivamente con un grupo étnico.

Todos asistimos atónitos a las medidas que comenzaba a ejecutar el gobierno italiano, cierre parcial de la zona norte del país, cese de la actividad académica y cultural, etc. Es cierto que ya habíamos visto estas medidas en China, pero aquí la situación era diferente ¿podía un gobierno democrático obligar a que sus ciudadanos permanecieran en casa?

El ejercicio de las libertades individuales es un derecho que se ha convertido en el ADN de las sociedades occidentales, especialmente para las generaciones más jóvenes que nunca experimentaron los períodos de dictadura en Europa. En este sentido, es comprensible que los estudiantes italianos no entendieran el cierre de los centros de estudio como una obligación ciudadana de permanecer en sus casas, no lo hicieron hasta que los profesionales sanitarios y el gobierno fueron capaces de explicar las consecuencias de una rápida propagación del coronavirus. Así se puso en marcha la campaña #iorestoacasa, o #i’mstayinghome, apoyada en redes sociales por influencers y artistas famosos como Laura Pausini, Nek, Tiziano Ferro o Chiara Ferragni.

Las redes se llenaron de mensajes que hablaban de la responsabilidad de no contribuir al problema afectando a más gente, y los jóvenes parecieron decir, ahora hablas mi idioma, ahora lo entiendo. Aun así, el mensaje no fue lo suficientemente fuerte y el gobierno tuvo que decretar el confinamiento total.

Cuando empiezan a aparecer los primeros casos en España y más aún, cuando el gobierno toma las primeras medidas en Madrid y La Rioja cerrando los centros de estudio y recomendando el teletrabajo en las empresas, la primera reacción fue de alarma. Como en todas las crisis, las redes se convierten en un arma de doble filo, y en este caso, en una canal para la expansión de noticias falsas y desinformación. Tristemente repetimos las imágenes de Italia atestando los supermercados, compitiendo con nuestros vecinos por los productos de higiene y las conservas, a pesar de que desde las fuentes oficiales nos dijesen que el suministro iba a estar absolutamente garantizado.

Sin embargo, el mensaje de responsabilidad que se inició en Italia con la campaña #iorestoacasa llegó con rapidez a España ,y, esta vez fueron los jóvenes los que más se movieron para expandir el mensaje de los profesionales sanitarios: la forma de ayudar en este momento es quedarse en casa.

No solo eso, la red esta rebosando de recomendaciones de series, películas, libros, de un sinfín de actividades y pasatiempos para disfrutar con nuestros compañeros, compañeras y familias. Muchas empresas de contenidos están tratando de contribuir con el esfuerzo de la ciudadanía, liberalizando sus productos o bajando el precio de las licencias de reproducción. La creatividad y las ganas de contribuir en este esfuerzo colectivo ha llegado al punto de convocar el primer festival de música online #YoMequedoEnCasa, reuniendo a más de una treintena de artistas que ofrecieron conciertos gratuitos a través de Instagram durante los días 13, 14 y 15 de marzo.

Desde diferentes instancias políticas se esta haciendo un llamamiento especial a los jóvenes para que asuman con coraje la tarea de cuidar a toda la sociedad y especial a sus abuelos, cuidando de sí mismos. Es de reconocer que salvo contadas excepciones así lo están haciendo.

De esta crisis están surgiendo reflexiones y aprendizajes que no deben olvidarse cuando todo haya pasado. Las posibles consecuencias negativas que vengan después solo podrán afrontarse desde una ciudadanía comprometida y responsable, y, en esto los jóvenes volverán a tener un papel importante.

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