Participación política
05 diciembre 2018

De los jóvenes universitarios, el mayo del 68 y las efemérides

Como cada diez años, en el mes de mayo, los medios de comunicación, preferentemente, la prensa analógica y digital, nos recuerdan una efeméride: el mayo del 68 francés. También la industria editorial aprovecha la ocasión para reeditar libros, algunos de los años setenta, y otras nuevas obras sobre dicho acontecimiento. Se trata de una antigua estrategia de marketing comercial a la búsqueda de un mercado de nostálgicos lectores que todavía viven en la esperanza de que las esencias del mayo 68 vuelvan a instalarse en sus vidas.

Yo he tenido veinte años. Nunca permitiré decir que es la edad más hermosa de la vida.

Ante esta práctica periódica, podríamos preguntarnos: ¿A qué viene tanta celebración? ¿Qué tiene que ver el mayo 68 con la actualidad? ¿Qué beneficios materiales o políticos tiene el que nos dediquemos de década en década a hablar de algo que, seguramente, la mayoría de los lectores ni siquiera ha vivido?

Como podéis suponer estoy inquieto por trasmitiros algo de lo que he aprendido con la lectura de tantos libros y artículos publicados sobre el mayo 68 y que quisiera ahora compartir con los jóvenes y las jóvenes lectoras:

  1. ¿Qué significa celebrar las efemérides, desde el punto de vista de los relatos históricos?
  2. ¿Por qué mayo del 68?
  3. ¿Qué papel jugaron las y los jóvenes universitarios en ese mes de mayo?

1. De las efemérides históricas

Vayamos por lo primero. Desde hace tiempo que la Historia, como disciplina científica, se reivindica como un bien cultural, cuyo valor adquiere su mayor sentido cuando se celebra algún aniversario, conmemoración histórica o reivindicación política. Por sí misma, la Historia no parece tener valor, si no es por su función social.

Veamos, 1789 es una fecha, pero también un país, un acontecimiento y unas palabras: Francia, Revolución Francesa y “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Si apuramos un poco, hasta un himno: la Marsellesa. Mayo 68 también es una fecha, una ciudad (París), una revuelta estudiantil y muchas frases por los muros de esa ciudad, que eran como los tuits del momento escritos en soporte piedra: “prohibido prohibir”, “debajo de los adoquines están las playas”, etc. Algunos añadirían “la imaginación al poder”, frase compartida por Jean Paul Sartre, testigo de esos días, pronunciada en una famosa entrevista con el activista y durante muchos años parlamentario europeo, Conh Bendit [1]. Es decir, todos los acontecimientos tienen un tiempo, un espacio, unos protagonistas, unas acciones y unas palabras. En eso se resumen los hechos históricos que, finalmente, se convierten en tópico a poco que celebremos sus efemérides y gocen de alguna coherencia explicativa.

Las efemérides sirven para administrar la memoria, para construir un relato sobre unos acontecimientos históricos que van reinterpretándose en función del presente que los evoca. Son referencias que habitan en la memoria, como si fueran recuerdos de una experiencia propia, vivida en un pasado que no nos pertenece o, acaso, debido al aprendizaje de una asignatura de Historia en nuestro currículo escolar. Ahí está su potencialidad, su poder de formación ciudadana.

Por lo que respecta al aniversario del famoso mayo 68, en 2018, se aprecia que, a la vista de lo leído,  en este año que se consolida un “relato oficial” ya conocido, pero con dos nuevas aportaciones:

  1. El mayo 68 fue un antecedente de los indignados actuales y de todos los movimientos sociales y
  2. Las mujeres también estuvieron presente en el mayo 68 [2].

A la bibliografía me remito. También la prensa (Liberation, El País o El Mundo), en el mes de mayo de este año, han hecho revivir testimonios de la época, desde un Sánchez Dragó, que realizó su opción personal, “olvidando el mayo del 68” para irse por un periplo oriental, y eliminándolo de su memoria, hasta los compañeros de filas de Conh Bendit, ex-sesentayochentistas, que venden su combate como el detonador de todos los cambios culturales, sociales, educativos o de la vida cotidiana que estaban por venir. En definitiva, se nos ha fabricado un mayo 68, del cual parece que seríamos todavía sus herederos, para lo bueno y para lo malo. Sin el mayo 68, dicen que no podría haber surgido el ecologismo, los movimientos sociales o la juventud revolucionaria. Pero, sobre todo, la conciencia política de que “todo es posible”, de que los sueños son realizables.

2. Del mayo del 68 que nunca muere

Comparto de Juan M. Gonzalez-Anleo la definición de 1968 como año-chicle, expresada en este mismo espacio del Observatorio en el mes de mayo de este año. Otros prefieren hablar del “corto” mayo 68, para referirse a los acontecimientos de ese mes en París, y otros del “largo” mayo 68, prolongando la fecha por delante y por detrás en unos cuantos años para explicar los antecedentes y las consecuencias. De todas formas, para 1988 el “relato oficial” ya estaba confeccionado: no había sido una revuelta y menos una revolución. Lo que fuera que pasó tenía que ver, según ese relato oficial, con un cambio de mentalidad que afectaba a la vida cotidiana.

En este sentido, los libros recientemente publicados en Francia, Italia o España son una muestra de la capacidad de evocación del mayo 68. Entre esas publicaciones tenemos quienes se refieren “corto” o “largo” mayo 68. También algunos autores, sean escritores, sociólogos o testimonios se refieren a este evento como si fuese un modelo de revuelta social, destacándolo como el primer ejemplo de lo que después sería el movimiento antiglobalización, o el movimiento 15-M en el caso español, donde la juventud adquirió un papel protagonista [3].

Entre toda esa literatura, destaco un libro curioso y que sintetiza este proceso de cincuenta años: Il ‘68 raccontato a mio figlio. Cosa volevamo fare, cosa non abbiamo fatto (El 68 contado a mi hijo. Qué queríamos hacer, qué no hicimos) de Leonello Zaquini [4]. Se trata de un testimonio del mayo 68 en Turín (Italia) en el que defiende, como muchos sesentaoctogenarios, que aquello no fue una revolución social, sino una revolución de la moral y de la sociedad, de la vida cotidiana. Es decir, adopta el “relato oficial” para negar que se produjo algún fenómeno más relevante como la lucha obrera y estudiantil, la crisis del capitalismo o la asimilación de cualquier protesta por el propio sistema político.

También resulta llamativa la reedición de obras que se han ido publicando en cada uno de los diferentes aniversarios que se han querido rememorar: a los diez años, a los veinte, a los treinta, a los cuarenta y a los cincuenta. De-cada-diez-años-una-década-diez-años-una década…como una cinta de Moebius. ¡Malditas décadas o decenios! El caso más llamativo es el de la obra de Edgar Morin [5], cuyo texto original es de 1968 y que ha sido reeditado cada 10 años, por diferentes editoriales. En la edición de 2018 existe un prefacio del propio Edgar Morin en el que reflexiona sobre los diferentes decenios del 68, manteniendo la tesis de que el mayo 68 puede ser considerado como la constante renovación de la aspiración humana, que retorna de tanto en tanto y que volverá nuevamente bajo otra forma.

Comparto parte de esta argumentación y tengo para mí dos versiones:

  1. El mayo 68 es esa esperanza, que nunca muere y que nos mantiene en la permanente y necesaria utopía.
  2. Que al mayo 68 no sabemos matarlo, por ejemplo, con el olvido, porque el mensaje de esperanza es más fuerte que un triste horizonte.
Renunciar a la imaginación es como renunciar a la capacidad que tenemos los humanos de poder cambiar el mundo, o las pequeñas cosas que nos rodean y no nos gustan.

De todas formas, la mejor publicación sobre el mayo 68 continúa siendo la de Kristin Ross [6], de 2002, en la que realiza uno de los mejores análisis del mayo 68 y “sus vidas posteriores”; vidas a través de las cuales se construye el relato oficial del mayo 68. Ese relato permanente ya es casi canónico y se fue fraguando por sociólogos y sesentayochentistas hasta el vigésimo aniversario. En esos veinte años, los cambios eran ya patentes: se pasó de las aspiraciones de “igualdad” en los años sesenta, a defender la “libertad” individual; es decir, se transitó de la lucha ideológica al combate personal: de la ideología a la egología. Lo que en algunas investigaciones se ha denominado la juventud “narcisista” [7].

3. De la juventud estudiantil

Vuelvo al texto de González-Anleo, en el que hablaba de las 5 claves para entender el mayo 68. Yo quisiera referirme a dos elementos que pusieron en valor dos cuestiones: el nuevo papel protagonista de la juventud en el mundo de la política y las palabras que conformaron un discurso del que se dice que somos herederos. Por lo tanto, lo que queda es relevante: unos protagonistas que han adquirido un valor de sujeto histórico (la juventud) y un discurso que sustenta unas prácticas sociales y culturales que todavía nos pertenecen; es decir, una esperanza en que las cosas se pueden cambiar.

Algunos protagonistas del mayo 68 recuerdan que la chispa que encendió esa primavera parisina fue el problema de las instalaciones universitarias en Nanterre, creada en 1964 debido a la masificación universitaria y, sobre todo, a la prohibición de que los chicos pudieran acceder a las residencias femeninas, pero no al revés. Discriminación de género y mentalidad machista imperante. Las sucesivas protestas ante el Rectorado de la Universidad de Nanterre encendieron los ánimos del alumnado hasta desembocar en las algaradas del famoso mes de mayo.

En esos años se puso de manifiesto la precariedad de medios por parte de las universidades para atender la llegada de hijos e hijas de obreros a la universidad y que, hasta esa fecha, tenían vedado el acceso a los estudios superiores. En la década de los sesenta se vivía en toda Europa la paulatina desaparición de la denominada “universidad de élite”, reservada a los hijos de la burguesía, y el comienzo de la “universidad de masas”. Se trata de un fenómeno que, con alguna diferencia de años, se podía constatar en la mayoría de las universidades europeas. También en esos años se aprecia el acceso de la mujer a la universidad, no solo en las aulas sino también en las calles, compartiendo el levantamiento de adoquines con sus colegas. Por lo tanto, que fuese la universidad la que primero detectase la situación crítica que se estaba viviendo, con el cambio de mentalidad y de actitudes y de valores en la vida cotidiana era cuestión de tiempo, y también de reconocimiento de un nuevo papel protagonista que estaba adquiriendo la juventud.

En España, el crecimiento demográfico de la población tuvo el mismo efecto en los años sesenta y setenta [8]: masificación de alumnado universitario, aumento de la demanda de estudios superiores debido al acceso a la enseñanza secundaria y una voluntad de cambio social y político. La juventud universitaria se convertiría, así, en una especie de elite que pretendía un liderazgo político, junto con otras fuerzas políticas de democráticas.

4. De las palabras que recuerdan el mayo del 68

En el mayo 68 los muros eran un espacio para transmitir mensajes políticos, deseos de cambio y hasta alguna frase filosófica o estética. Eran los tuits de una época sin internet. La derivación artística del uso de los muros en estos 50 años ha seguido el mismo proceso que se observa con el cambio de mentalidad: de la ideología política (un tuit con mensaje) a la egología (un nombre propio): hace cincuenta años era la idea, ahora es el yo.

Las palabras y las pintadas de entonces han dejado una amalgama de pensamientos que escondían todo un universo de posibilidades interpretativas a todos los niveles [9]. Aunque ahora nos resulte familiar el uso de muchas de las palabras que vamos a enumerar, de hecho, surgieron, se discutieron y fueron hasta categorías y argumentos filosóficos y políticos, en su momento y todavía ahora. ¿Cómo no reconocer en el campo de la política palabras como las siguientes?: Guerrilla, lucha de liberación nacional, violencia y no violencia; desarrollo y subdesarrollo, revisionismo, sistema de poder, democracia directa; antiautoritario, antimperialismo, asamblea, autogestión o comunas. Detrás de cada una de ellas podríamos escribir más de un tratado de política. Pero también estaban las pintadas: “Diga no a la revolución con corbata”, “Camaradas a las armas”, “La política pasa en la calle” o “Prohibido prohibir: la libertad comienza con una prohibición”.

En el campo del pensamiento es fácil reconocer la llegada, en aquel momento, de corrientes filosóficas que han sustentado algunos cambios radicales y de actitudes frente a la vida y a la relación entre el saber y el poder: Utopía, sociedad del espectáculo, sscuela de Frankfurt, neomarxismo, maoísmo, Herbert Marcuse, imaginación al poder, contra la neutralidad, critica al trabajo de la ciencia, critica al socialismo real, dialéctica de la liberación, igualitarismo o antipsiquiatria. Algunas de estas palabras han caído en desuso, pero otras mantienen cierta vitalidad. Hasta las calles hablaban de filósofos de la antigua Grecia: “Heráclito retorna. Abajo Parménides. Socialismo y libertad” o “El arte ha muerto”.

La propia juventud universitaria también era objeto de discurso y de pintadas en las paredes. Hablar del poder estudiantil, los obreros y estudiantes o la figura social del estudiante eran temas recurrentes. Las calles también lo reflejaron: “Gracias a los exámenes y a los profesores, el arribismo comienza a los seis años” o “En las Facultades: 6% de hijos de obreros. En los reformatorios: 90%”.

En la vida cotidiana se pusieron de manifiesto los problemas que estaban surgiendo y que comenzaron a ser fuentes de conflicto: Revolución sexual, represión, tolerancia represiva, crítica a la familia, nuevas formas de comunicación, etc. Pero también: Sociedad de consumo, selección y meritocracia, proletarización, obrero masa, o crítica al papel de los profesionales. Su correlato en las paredes también era evidente: “Cambiar la vida. Transformar la sociedad”, “Contempla tu trabajo: la nada y la tortura forman parte de él” o “Ni robot ni esclavo”.

5. De lo que queda mayo del 68

Después de todo lo dicho, tendremos que acordar que el mayo 68 se ha convertido en un conjunto de tópicos historiográficos, que focaliza el interés por resaltar la capacidad de movilización y activismo de un grupo de jóvenes frente a una sociedad en crisis; donde la juventud es vista como un grupo social capaz de llevar a cabo cambios revolucionarios en la vida cotidiana y también en lo político y en lo social. La representación que la marca histórico-comercial “mayo 68” mantiene es esa capacidad de creer que el cambio social, cultural, individual o político es posible. Sería la versión antigua del “sí se puede”. Es decir, una puerta abierta a la esperanza. El nuevo papel alcanzado por la juventud muestra su hegemonía, aunque siempre en plural. No existe un modelo único de juventud, pero sí una generación de jóvenes que han compartido una experiencia individual y social que los hacen protagonistas de un momento histórico. En esta diversidad de juventudes, la juventud universitaria, definida por su actividad política y estudiantil, es vista como activista, como portadora del cambio social, como protagonista de un futuro democrático posible.

También el mayo 68 se sostiene con un discurso nostálgico de algo que no hemos vivido. La nostalgia es una enfermedad que produce recuerdos de un pasado vivido. En este caso los recuerdos son en “diferido” se trata de unos recuerdos construidos a base de explicaciones históricas, sociológicas o periodísticas donde, sin haber sido protagonista de ningún acontecimiento en nuestra experiencia, somos capaces de sentir nostalgia de algo que le sucedió al vecino de París hace 50 años. En estas cosas, se puede observar el proceso de una memoria domesticada por un relato que no nos pertenece. Seguramente es posible que seamos capaces de recordar lo que estábamos haciendo en esa fecha, como ocurre con otros acontecimientos vividos en propia carne.

Se trata de una nostalgia que ha dejado un poso de esperanza en muchas personas. Cuando la nostalgia se pone de manifiesto, los humanos descubrimos que tenemos capacidad y poder de cambio. Este es el mensaje que parece perdurar: si alguna vez estuvimos a punto de cambiar el rumbo de la historia, ¿por qué no podemos ahora? Esta parece ser la lección que nos deja el mayo 68. Seguramente, dentro de diez años, permanecerá latente un discurso similar. Lo cierto es que, en la actualidad, los cambios de la juventud van por otros derroteros: las flores de mayo ahora son de plástico, compradas por internet y producidas en un lejano país, con explotación de mano de obra barata, cuando no infantil. El futuro por venir, a veces, es el presente o pasado ya conocido. Tenemos que darle vueltas a la transformación que está sufriendo la ciudadanía y estar atentos en una sociedad donde solo se nos trata como consumidores y no como ciudadanos. En nombre del consumismo, que no del necesario consumo, no se pueden olvidar los valores que fundamentan la ciudadanía. En esto los jóvenes tienen mucho que decir y hacer.

No podemos admitir que la vida sea insoportable para tantas personas en el mundo.
Logo del Observatorio de la Juventud en Iberoamérica (OJI)

Paulí Dávila Balsera

Notas

  • [1]

    Cohn-Bendit, D. Sartre, J.P. Marcuse, H. (1969), La imaginación al poder. Buenas Aires, Ediciones Insurrexit.

  • [2]

    Cioni, F. e altri (2018), Donne nel sessantotto, Bologna, Il Mulino; Pombeni, P. (2018), Che cosa resta del ’68. Bologna, Il Mulino.

  • [3]

    Estefanía, J. (2018), Revoluciones. Cincuenta años de rebeldía (1918-2018). Madrid, Catedra; Badiou, A. (2018), Ribellarsi è giusto!. L’attualità del Maggio 68. Napoli-Salerno, Orthotes; Hamon, H. (2018), L’Esprit Mai 68. Paris, L’Observatoire; Vinen, R. (2018), 1968. El año en que el mundo pudo cambiar. Barcelona, Critica; Della Porta, D. (2018). Sessantotto. Passato e presente dell’anno ribelle. Milano, Feltrinelli Editore.

  • [4]

    Zaquini, L. (2018), Il ’68 raccontato a mio figlio. Cosa vogliamo fare, cosa non abbiamo fatto. Milano, Mimesis Edizioni.

  • [5]

    Morin, E. (2018), Maggio 68. La breccia. Milano, Raffaello Cortina Editore.

  • [6]

    Ross, K. (2008), Mayo del 68 y sus vidas posteriores. Ensayo contra la despolitización de la memoria. Madrid, Ediciones Acuarela. (Original de 2002).

  • [7]

    González-Anleo, J. M. y López-Ruiz, J. A. (2017). Jóvenes españoles entre dos siglos, 1984-2017. Madrid, Fundación SM.

  • [8]

    Noya, J. (2018), Mayo del 68. Las críticas de la izquierda las revueltas estudiantiles. Madrid, Catarata; Badenas, P. (2018), Fronteras de papel. El Mayo francés en la España del 68. Madrid Cátedra.

  • [9]

    Gambetta, W. (2014), “I muri del lungo ’68. Manifesti e comunicazione politica in Italia”, con prefazione di Edoardo Novelli, Roma, DeriveApprodi.