Medioambiente
13 diciembre 2021

Ropa de segunda mano: ¿Revolución ecológica desde el armario?

Muchos hacen que parezca que la industria de la moda está empezando a asumir responsabilidades, gastando cantidades fantásticas en campañas en las que se presentan a sí mismos como ‘sostenibles’, ‘éticos’, “verdes”, ‘climáticamente neutrales’ y ‘justos'». Pero seamos claros: esto casi nunca es otra cosa que puro greenwashing. No se puede producir moda en masa o consumir «de forma sostenible» tal y como esta constituido el mundo actual. Esa es una de las muchas razones por las que necesitaremos un cambio de sistema.

La primera ola negacionista lo proclamó bien alto, bien claro: el cambio climático y el colapso ecológico son invenciones propias de dementes de dudosa calaña ideológica. Definitivamente empujados contra las cuerdas de la abrumadora evidencia científica, al negacionismo no le quedó otra que mutar de piel, aunque la matraca fuese idéntica: puede ser, quién sabe… ¡pero el ser humano no ha tenido ni tiene nada que ver! ¿Datos? Ni el más triste dato. ¿Quién los necesita cuando lo que se persigue es un acto de fe y rascar unos cuantos años más el status quo de poderosos lobbies empresariales? Sepultada ahora también esta segunda la ola negacionista bajo la avalancha de informes de las más prestigiosas instituciones internacionales (entre las que se cuenta ¡hasta el propio Banco Mundial!), este segundo negacionismo vuelve a mutar su piel (y ya van tres) y prueba su fórmula definitiva, infalible: quizás… pero con calma, que todo esta bajo control, podemos mantener nuestro estilo de vida, solo… ¡pintarlo de verde!

Frente a esta lucha agónica entre el sentido común y la bulimia consumista, una nueva generación más que razonablemente escéptica esta comenzando a abrir los ojos, descubriendo una verdad terriblemente difícil de aceptar: ni verde, ni azul, ni rosa, lo único que puede salvarnos (dejando a un lado un auténtico milagro científicotecnológico) es un cambio radical e irreversible [1] en nuestra forma de vida, algo que de forma implícita afirma más del 80% de los jóvenes en el Informe 2021 del OJI cuando suscribe que “mi estilo de vida (consumo, formas de ocio, etc.) como ciudadano de un país desarrollado es importante para la conservación del planeta”.

Aquí es donde entra en escena el mundo de la moda y sus múltiples (des-)variantes. Y por dos razones, esenciales. La primera, por haber sido siempre, desde que existe la juventud tal y como conocemos hoy en día, el Caballo de Troya del consumismo en el mundo juvenil frente a cualquier intento de desmarcarse respecto a su incesante persecución y dominio simbólico-cultural. La segunda, por ser la industria más contaminante que existe, solamente por detrás de la alimentaria. Comencemos por la segunda:

  • La industria de la moda genera más gases de efecto invernadero que el Reino Unido, Francia y Alemania ¡juntas!, entre el 8 y el 10% del total mundial (100 millones de toneladas de CO2 en el año 2018). Su impacto ambiental, además, no se reduce solamente a este tipo de emisiones, estimándose que, por ejemplo, el 25% de todos los pesticidas usados a nivel planetario son producidos por esta industria. Hasta tal punto es multi-contaminante este sector, que la ONU ha llegado a declararlo en sí mismo como “emergencia medioambiental”, habiéndose además duplicado su producción entre el año 2000 y el 2015.
  • Unos datos muy sencillos de retener, dado lo común de esta prenda en nuestros armarios: según una investigación exhaustiva de ADEME, la Agencia de Medioambiente y Energía Francesa, un vaquero normal y corriente necesita 8.000 litros de agua solamente para producir el tejido, a los que hay que sumar 2.000 litros más para su producción, 13 kilos de emisiones de CO2 y 10 kilos de colorantes y químicos (algunos de los cuales, como el Reactivo Blue 19, se calcula que tarda 46 años en desaparecer). Por si esto fuera poco, para los vaqueros de efecto desgastado, muy comunes en las diferentes modas de los jóvenes, se necesitan además medio kilo más de substancias químicas. Se calcula que, en un solo año, se producen nada más y nada menos que 1.000 millones de pantalones vaqueros en el mundo.
  • Según el Informe Moda Circular 2019, en España algo más de la mitad (51%) de las prendas compradas es por puro capricho, estimándose la media por español en 34 prendas al año, entre 12 y 14 kilos de ropa, de las cuales realmente solo terminamos usando de forma habitual el 15%. En el mundo, en total, calcula otro informe, 9.000 millones de prendas de ropa terminan siendo tiradas sin darles uso. De ellas, el 95% podrían reutilizarse.

Como respuesta a este problema, quizás la única auténticamente realista, el mercado de ropa de segunda mano ha entrado con fuerza en los últimos años. Por mucho que se traten de disminuir los costes ecológicos en la producción y distribución de ropa de primera mano, ninguna prenda de ropa puede ser más sostenible que la que ya existe, ni siquiera el así llamado slow fashion que, desde una lógica similar, trata de dar respuesta a los requisitos de producción sostenible [2]. La evolución de las cifras de este mercado puede impresionar, pero solamente (y esto es esencial aquí) si se tiene en cuenta que estamos hablando de una explosión inicial muy rápida de apenas unos cuantos años, algo que, por mucho que se empeñen los diferentes informes nacionales o internacionales, hace muy difícil hacer proyecciones a medio o largo plazo. El Informe de ThredUp, por ejemplo, calcula este mercado duplicará el de Fast Fashion para el 2030. Los datos del informe, en efecto, son bastante impresionantes: mientras en 2016 solamente el 45% de los consumidores parecía dispuesto a comprar en el mercado de segunda mano, cuatro años más tarde, en el 2020, este porcentaje asciende hasta el 86%, alcanzando la espectacular cifra de 36 mil millones de dólares en el 2021. Sin embargo, como bien dice el propio informe: “la demanda de artículos de segunda mano solamente acaba de comenzar”, lo que si es verdad para el promedio de países a nivel mundial, deja fuera de juego a bastantes de los 30 países analizados en el Informe Ipsos Earth Day 2021, entre los que se encuentran varios de los países con mayor impacto medioambiental como Rusia, China, EEUU o India, con una ínfima penetración aún de hábitos de consumo sostenibles.

Lo que sí parece bastante claro, sin embargo, es que la generación Z y la última horneada de Millenials esta liderando este cambio. No solamente son los que en mayor medida compra ropa de segunda mano sino los que con mayor rapidez experimentan una concienciación con la problemática medioambiental, un 56% más que antes de la pandemia. El perfil más concienciado en España, según el Informe La red del cambio, de Wallapop, es el de mujeres jóvenes entre 24 y 39 años, residentes en grandes capitales, un perfil muy similar al detectado en estudio de otros países europeos como Alemania, uno de los líderes indiscutibles en este terreno.

Para poder realmente hacer cálculos de cómo será la evolución a medio y, sobre todo, a largo plazo, se ha de tener en cuenta la convergencia de diferentes factores socioeconómicos en este fenómeno, algo que desgraciadamente no hacen los diferentes informes que se han utilizado hasta aquí, pero que resulta esencial si de verdad pretendemos saber si el mercado de ropa de segunda mano se trata simplemente de una moda (y una forma de extender aún más el armario con poco dinero) o si realmente es el principio de una auténtica revolución ecológica:

  1. Lo primero que hay que tener en cuenta es que, como se apuntó al comienzo de este artículo, la moda ha sido siempre el Caballo de Troya del dominio consumista sobre cualquier intento de desmarque juvenil desde que la juventud tomó conciencia de sí misma como agente identitario de transformación social en los años sesenta. No faltan artículos que comparan el fenómeno de la compraventa de segunda mano (bien por sus más que evidentes similitudes o bien sarcásticamente), con el movimiento hippie de aquellos años, el primer y probablemente más contundente intento de una parte de la juventud de plantarse frente al consumismo. Aunque en mucha menor medida, algo similar sucedió en la segunda mitad de los setenta con el movimiento punk y, más adelante, en los noventa, con el grunge. En todos estos casos, la dinámica fue la misma: el impulso rebelde original quedó perfectamente domesticado, traducido y absorbido finalmente por la lógica y los imperativos comerciales de la moda, desactivando su carga explosiva original [3]. Es mas que probable que esta vez suceda algo muy similar. Pero… ¿cómo?
  2. Para saberlo debemos partir de una pregunta que damos por obvia pero que no lo es en absoluto: ¿qué es realmente la moda? Aunando las respuestas de diferentes autores y muy escuetamente: la moda es, tal y como subraya Greta Thumberg en la cita del comienzo del artículo, un sistema (como el lenguaje, de hecho es un lenguaje) y más concretamente un sistema de diferencias marginales (Baudrillard) [4] basado en las diferentes formas de obsolescencia programada (Packard) [5] y que ya desde la primera sociedad de consumo, en el primer tercio del siglo pasado, dejó de ser un mero “placer estético, un accesorio decorativo de la vida social” para convertirse en su “piedra angular” (Lipovetsky) [6]. Desde hace unos cuantos años se habla cada vez más del “fin de la moda”. Si pensamos la moda sencillamente como grandes tsunamis de nuevos estilos efímeros, es posible que así sea, pero no, como acabamos de ver, si la entendemos como sistema de diferencias marginales que articulan el sistema productivo y, más aún, la vida social. Un sistema en el que, además (esto hay que tenerlo muy en cuenta), el “valor de lo nuevo” (neofilia) no hace ningún asco a los diferentes repertorios del pasado, celebrándolos incluso como fuente inagotable de inspiración [7].
  3. Los dos puntos anteriores, por lo tanto, señalan en la misma dirección: la moda convencional hará todo lo posible por fagocitar esta nueva tendencia y convertirla sencillamente en un segmento mas del sistema de diferencias marginales, desactivando así su potencial revolucionario. Ya lo esta haciendo. Desde el beneplácito de vacas sagradas como Giorgio Armani hasta la creación de “colecciones sostenibles” en H&M, Inditex o Mango, pasando incluso por la creación de nuevas marcas dentro de las ya existentes de fast fashion, la reutilización y los criterios (atenuados u maquillados) del slow fashion ya están comenzando a estar siendo absorbidos convirtiéndose en una tendencia más dirigida a un segmento de mercado [8] de “bohemios inconformistas” un nuevo reciclaje de los Bobos (Bourgeois-Bohemes) surgido en los noventa del siglo pasado y que tantas tendencias no solo consumistas sino incluso hiper-consumistas han generado, como los hípsters. Dentro de esta lógica, el mercado de segunda mano quedará perfectamente instalado dentro del sistema simplemente como segmento de mercado o como una forma de complementar (y extender) el repertorio disponible basado en la fast fashion. Es llamativo en este sentido que ningún informe contemple y estudie el peso que tiene en las mismas personas las prendas de moda tradicional y las provenientes del slow fashion, incluidas las de segunda mano. Esta cuestión nos lleva al ultimo punto a considerar:
  4. La motivación medioambiental, ¿realmente es tan importante para los consumidores de ropa de segunda mano? Aqui hay que tener en cuenta varias cuestiones. Primera, sí, según los informes disponibles la cuestión medioambiental es la primera motivación que marcan los consumidores de ropa de segunda mano. Pero, segunda: inmediatamente seguida por la económica. Tan inmediatamente, de hecho, que en varios informes casi están al mismo nivel. Si a esto, tercera cuestión, le sumamos que, como bien sabemos los que nos dedicamos a la Sociología del Consumo, los consumidores tienen una tendencia natural a ennoblecer sus motivaciones (y si no lo hacen ya esta ahí una legión de expertos en marketing para hacerlo por ellos), se hace bastante difícil no plantearse la idea de que quizás estamos dando por hecho una hipótesis ambientalista más que dudosa. Es llamativo, aquí, la forma que se tiene de hacer estas compras, no mayoritariamente en tiendas físicas de proximidad, sino online (63% según un estudio realizado en Alemania), a todas luces un monstruo medioambiental que ha terminado de despertar con la pandemia y que ya convive diariamente con nosotros con la mayor naturalidad. A lo anterior hay que añadir por lo menos dos cuestiones más: la primera, la miseurización de las nuevas generaciones, especialmente en países como España, que les obliga a este tipo de estrategias de compraventa si quieren seguir subidos al carro de la moda, junto, segunda cuestión, a la escasez de espacio para almacenaje en las latas de sardinas que les alquilan bajo el bonito eufemismo de pisos”, haciendo imposible (aparte de económicamente ruinoso) ese ininterrumpido almacenaje del que hablaba Abraham Moles en aquellos infinitos desvanes de las primeras sociedades de consumo [9].

“Lo que nosotros pretendíamos”, afirma Marta Gui (Experiental Marketing) en el documental de Wallapop Una nueva forma de consumir, “era hacer temblar el status quo que actualmente existe”. Sin embargo, solamente las proyecciones basadas en el estallido inicial del fenómeno podrían llevar a pensar que esto realmente sucederá, unas proyecciones que obvian o simplemente no tienen en cuenta más factores que la simple tendencia de apenas los últimos tres, cuatro años.

El status quo actual difícilmente temblará, como hemos visto hasta aquí, mientras el slow fashion en general y concretamente la ropa de segunda mano no consigan escapar del campo gravitacional del sistema de la moda; mientras este mercado (en general la economía colaborativa), según afirma Byung-Chul Han, siga empujando e integrando a mayores porciones de la población a una “comercialización total de la vida”; mientras no sirva para reducir lo máximo posible el armario sino, al contrario, para mantenerlo igual con menos dinero o incluso para poder extenderlo; Ese status quo poco o nada temblará, en definitiva, mientras todo siga pivotando en torno al “amor” por la moda (de hecho a este mercado se le llama muchas veces “second love”), y no se cree una expresión para ella similar a Flygskam una palabra (y un movimiento) recientemente surgidos en Suecia y ya con bastante aceptación social compuesta de dos partes: flyg, vuelos (en avión) y skam… ¡vergüenza!

Logo del Observatorio de la Juventud en Iberoamérica (OJI)

Juan M. González-Anleo

Notas

  • [1]

    “Cambio radical e irreversible” no es ya un recurso retorico o estilístico, sino la expresión utilizada por la ONU desde hace varios años en todos sus informes sobre cambio climático, por lo menos desde el Acuerdo de París, frente a los prodigiosos juegos cosmeticomalabares practicados tanto por las naciones como por las multinacionales y grandes empresas.

  • [2]

    Fundamentalmente tres criterios: que se emplee tejido orgánico o reciclado (sería, por lo tanto, una categoría mayor en la que puede incluirá la ropa de segunda mano), que se produzca en mercados de proximidad o, en el caso de que no sea así, se cumplan con estándares laborales y que no se produzca más de lo que se vende.

  • [3]

    Probablemente el caso más flagrante fue el de los hippies, “traducidos” y suplantados casi de inmediato por la moda y la música hippie. Quienes tuvieron la suerte de conocerles de primera mano lo afirman contundentemente y al unísono: ni existía la moda hippie (ya que usaban lo que fuese que estuviese a mano, ropa de segunda mano la mayoría sin importarles demasiado el qué), ni música hippie, si descartamos melodías básicas tocadas por los propios miembros de las comunas en torno al fuego (González-Anleo, 2018, 130 y ss.). Podría decirse incluso que todo el universo simbólico hippie fue una creación posterior que, como signo, diría Baudrillad, mató a su referente, lo que transformó una contra-cultura en una subcultura perfectamente integrada en la lógica comercial.

  • [4]

    Baudrillard, J. (1969) y (1970).

  • [5]

    Packard, (1968), pp 71 y ss.: este es el primer autor que analiza y expone el mecanismo de la obsolescencia, diferenciando entre tres tipos: obsolescencia de función, de calidad y de atractivo (o psicológica).

  • [6]

    Lipovetsky, G. (1987), p. 13.

  • [7]

    Campbell, C. (1996), p. 87 y ss. En el libro, el autor hace una disección muy precisa de los diferentes significados que adquiere “lo nuevo” en las sociedades consumistas, donde se hace fundamental la tercera acepción, “original o poco conocido”, una fuente inagotable de creación de nuevos significados extraídos bien de culturas o subculturas periféricas bien del pasado.

  • [8]

    Es muy ilustrativo, a este respecto, observar que la moda de lujo esta siendo rescatada en los últimos años por los Millenials, viéndose aquí claramente los tejemanejes de la estrategia de segmentación que no es otra cosa que el sistema de diferencias marginales del que habla Baudrillard. La única diferencia aquí es que ahora habría que hablar de “micro”diferencias marginales en vez de grandes olas de moda, dada la búsqueda de los jóvenes de la hiperpersonalización, la originalidad reducida a segmentos cada vez más pequeños de mercado: Sánchez-Vázquez, P., Gago-Cortés, C., y Alló-Pazos, M. (2020).

  • [9]

    Moles, A. (1975).

Bibliografía

  • Campbell, C. (1996). “El deseo de lo nuevo. Su naturaleza y localización social tal como se presentan en las teorías de la moda y del consumismo moderno” en Silverstone, R; Hirsch, E. (ed.): Los efectos de la nueva comunicación, el consumo de la moderna tecnología en el hogar y en la familia, Routledge, Barcelona, 1996, p. 81-101.
  • Baudrillard, J. (1969). El sistema de los objetos. México: Siglo XXI
  • Baudrillard, J. (1970). La sociedad de consumo, sus mitos, sus estructuras. Barcelona, Plaza y Janés.
  • González-Anleo, J. (2018). 1968 Queremos otro mundo y lo queremos ¡AHORA! Madrid: Fundación SM/PPC.
  • Lipovetski, G. (1987). El imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades modernas. Barcelona: Anagrama.
  • Moles, A. (1975): Teoría de los objetos, Barcelona: Gustavo Gili S.A., Colección comunicación visual.
  • Packard, V. (1969). Los artífices del derroche. Buenos Aires: Ed. Sudamericana
  • Sanchez-Vazquez, P., Gago-Cortés, C., Alló-Pazos, M. (2020). Moda sostenible y preferencias del consumidor. 3C Empresa. Investigación y pensamiento crítico, 9(3), 39-57. Disponible en: https://doi.org/10.17993/3cemp.2020.090343.39-57